Thursday, January 27, 2005

Gonzalo García Pelayo, turista en Sri Lanka cuando el tsunami

JOSÉ MARÍA ARENZANA/

Jugador profesional de póquer y ruleta en los cinco continentes (ahora sólo en Internet), Gonzalo García Pelayo reventó la banca de varios Casinos, donde tiene prohibida la entrada. Estudioso de la mecánica de probabilidades y filósofo de los caprichos de la suerte, regresó el pasado jueves de Sri Lanka.

-¿Cree usted en la suerte?

-Sí, tengo certeza matemática de su existencia. La suerte es sólo una desviación de la expectativa.

-¿Y en la mala suerte?

-Sí, lo mismo. Si esperas una repetición de la moneda 50 veces y sólo sale 47, sólo es explicable por la mala suerte, aunque hoy no está de moda y parece que ni en el fútbol se puede perder por mala suerte.

-Cela dijo que la buena suerte no existe, salvo esa tan doméstica de la lotería o así, pero sí la mala suerte, que puede arruinarnos la vida o dejarnos gilipollas...

-Yo, al revés. En último término prefiero creer en el cielo y no en el infierno. Acabo de escribir un libro, «Buenos días, energía», con pensamientos baratitos, así como de Simago, pero todos optimistas. (risas)

-¿Vio cebarse en alguien una mala racha?

-Sí, en mí mismo y en otra gente. Si se te cae un paramento de un teatro en la cabeza pienso en esa mala suerte y entro a veces en un estado depresivo, con planteamientos casi teológicos. Me pregunto qué orden dispone que sucedan ciertas cosas.

-¿Y lo contrario?

-Vi a un jugador que sacaba «color» siempre, algo fuera de la lógica, pero ocurre. Hace poco oí que a alguien le había tocado la quiniela y la primitiva. La probabilidad de que eso ocurra es una de 15 billones, así que quizá la noticia era mentira. Y si era cierta, ya no se repetirá nunca más. (risas)

-En todo caso, a perro flaco todo se le vuelven pulgas, ¿no cree?

-No, en términos de probabilidad nada predice la buena o la mala suerte. Suele decirse que la bola de la ruleta no tiene memoria. No por salir «rojo» tres veces indica que se vaya a repetir en la próxima tirada.

-Un amigo mío, depresivo patológico, se desplaza a veces a la India por prescripción facultativa. Vuelve siempre optimista y confiado después de ver tanta miseria. No será su caso, ¿verdad?

-Me pasa algo parecido, pero de contemplar la vitalidad que existe allí. Los orientales tienen cierta confianza añadida en la vida. Cuando perdimos Cuba, los españoles entramos en una depresión existencial que allí no se da. Estuve en Vietnam y Camboya y, a pesar de lo sufrido, no hay esa tragedia existencial.

-¿A qué lo achaca?

-Tal vez tiene que ver con la explosión arrolladora de la naturaleza. Me desconcierta pensar si no tendrá también relación con la incultura, es decir, si la gente inculta es más feliz, «la felicidad de la ignorancia». Si fuera eso estaríamos haciendo el tonto.

-¿Qué se le había perdido esta vez en Sri Lanka?

-Nada, sólo que tenía curiosidad. Era mi tercera vez en la India. Me faltaba esa zona del sur.

-¿Cuándo decidió el viaje?

-Un mes antes. Pensábamos ir a Goa todos juntos, pero al llegar allí no había vuelo y cambiamos sobre la marcha. Iríamos todos a Kerala, a los canales acuáticos o «backwaters». Luego, unos seguiríamos a Sri Lanka y los otros emprenderían regreso a España pasando por Bombay.

-¿Cuántos iban?

-Ocho: mis tres hijos, una nuera, mi mujer y dos nietos.

-Hasta que se separaron, ¿no es así?

-Como habíamos previsto, el día 25 partimos hacia Sri Lanka y ellos, al día siguiente, el día de la tragedia, partían de regreso desde Madrás.

-Por alguna extraña peripecia de la suerte ambos grupos dirigieron sus pasos hacia el maremoto...

-Sí. Hubo dos golpes de mala suerte y uno de suerte. Los dos malos, cambiar el rumbo previsto y dirigirnos a los lugares de la tragedia en la fecha exacta. El de buena suerte, que ese día no bajamos a esa hora a la playa. Como es obvio, la buena suerte superó a la mala.

-¿Qué tenía previsto la mañana de la hecatombe en Sri Lanka?

-Mi hijo y yo dimos un paseo en elefante. Después de comer vimos en la tele lo que había sucedido.

-O sea, hizo un pleno en la ruleta de su destino, ¿no es eso?

-Así es.

-¿Dónde se encontraba cuando llegó la gigantesca ola al paraíso?

-A 30 kms. en el interior, visitando templos. Los otros, en Madrás, en unos templos a 200 metros del mar. Por fortuna no se levantaron temprano para ir a la playa.

-No daría crédito a lo que oía en las noticias, claro...

-Llamé a España para avisar de que estábamos a salvo y aún no sabían nada de lo ocurrido.

-¿Había oído hablar antes de los tsunamis?

-Casualmente, dos días antes estuvimos viendo un documental en TV sobre los tsunamis japoneses e hicimos bromas.

-¿Qué síntomas detectó de la catástrofe que le rodeaba?

-Ninguno. El sentido individual de los hindúes para ciertas cosas cegaba la tragedia. Sí en el viaje de regreso: muchos lugares pintados de blanco, color del luto para ellos.

-¿Sabía la magnitud de la tragedia o sólo es asequible desde fuera?

-Cada vez que hablaba con Carlos Herrera en la radio ellos me daban una cifra muy superior a la que tenían allí, así que lo hice fatal como periodista.

-Curioso, uno está en el corazón de la noticia y en cambio sabe menos que a miles de kilómetros, ¿no es así?

-Un tío mío me decía que no hablara de la Guerra Civil porque yo no había estado. Siempre supe que eso no era imprescindible. Hugh Thomas sabe más de la conquista de América que Hernán Cortés y Pizarro juntos.

-Será por eso que a veces los espectadores pasan más miedo que el torero en el centro de la plaza, ¿no cree?

-Posiblemente sí. Ellos tienen el control. A veces, cuando juego al póquer, pasan más miedo los que me miran. Siempre creen que perderé la mano.

-¿No le sorprende que continuara su viaje a pesar de la devastación?

-No hice por salir de allí, la verdad, pero tampoco tuve opción, no había vuelos. Además, desean que sigamos de turistas, como es lógico. Tomé una sola decisión: pagar durante el resto del viaje lo que me pidieran sin regatear. Decidí comportarme como un turista tonto. Por lo demás, tampoco me habrían dejado ayudar. Le diré una cosa que puede parecer inmoral contarla: estando allí esos días jugué al póquer por internet desde un hotel del interior y le gané 3.000 dólares a unos americanos a miles de kms. de allí. Resulta extraño decirlo habiendo gente alrededor que lo había perdido todo, pero así fue.

-Por cierto, ¿Sri Lanka, aparte la tragedia, era tan interesante como esperaba...?

-Sí, me ha entusiasmado. Tiene lugares históricos fabulosos, una forma de vida fascinante. Me faltan por conocer las playas. Una razón más para volver.

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